martes, 22 de junio de 2010

Adri





Ayer fui a visitarla, tiene mejor aspecto, claro, que aún tiene la mirada ida, supongo que es normal en una persona que se encuentra en su estado. Le conté lo bien que lo habíamos pasado en el cumpleaños de Pablito, lo de mi ascenso, quiero pensar que de un modo u otro me escucha y comparte las dichas, aunque sea para ella misma. De camino a casa, pensaba, siempre que la visito pienso en ello, en cual ha sido el proceso, en que momento comenzó y en que momento terminó. Cada vez que vuelvo obtengo una hipótesis nueva de mis pensamientos, se que no me va nada el papel de psicóloga pero es mi hermana y no puedo evitar profundizar en su psique, al fin y al cabo es lo único que me queda de ella, y es humano cuando se quiere alguien buscar una salvación, una pauta para abrir una nueva vía. Es increíble como lo sentimientos pueden ser tan poderosos sobre nuestras mentes, y cuando son tan insanos como en su relación, te destrozan hasta este punto.

Pensé en lo abrumada que Adri se sentía por la seguridad que Jaime derrochaba, al principio, ella no contaba mucho, solo lo que los demás queríamos oír, que ni siquiera escuchar, pero cada vez se alejaba más. Se que éramos muy distintas y ahora me culpo por no haber entendido lo que ayer de camino a casa entendí. Lo ví en esa mirada ida de la que te hablaba, ya no es una niña, eso lo dice su carnet de identidad, además de que es mi hermana mayor, pero hay algo en ella que me ha hecho comprenderlo todo.

Mientras siguiera con Jaime, Adriana nunca crecería, siempre sería una niñita, pero el tiempo pasa, y hasta ella se percató de ese paso, había dedicado su vida a amar a un tipo seguro, triunfador, mucho mayor que ella, debe ser muy fácil para alguien así enamorar a alguien como Adriana, que de repente es tan dubitativa como decidida, tan frágil como fuerte, tan autónoma como dependiente, y no lo veíamos así nadie en aquella época. Pero no crecería siendo una niña adorable de trece años, no, sería una mujer de 35 encerrada en una habitación de infancia inacabada. ¿Te das cuenta? Ha usado lo que todos veíamos en ella como una mujer independiente y triunfadora solo para demostrar que era capaz de ser una niña de buenas notas y obediente. Ahora recuerdo las miradas entre ellos dos, no eran las propias de una pareja de enamorados, porque el amor es inocente, es puro y te juro que esas miradas daban miedo, ¿Lo entiendes? Adri se miraría al espejo un día y observó que comenzaban a nacer pequeños surcos alrededor de sus grandes ojos verdes, que su pecho ya no resultaba tan turgente, que habría otras niñas que sacarían mejores notas, y en lugar de ver lo atractivo que había en ella se ahogó en esa niñez, en esa relación enfermiza y dependiente, y peor aún, se veía feliz allí y allí se quedó.