domingo, 11 de mayo de 2008

Tiempo,ansiedad,vejez...

El tiempo, que tremendo invento…que feo a veces, no se si es el tiempo el que pasa o más bien al contrario, éste queda quietito mientras nosotros pasamos de largo, nosotros somos el tiempo ese del que decimos nos va poniendo viejos, nos apremia, el que provoca se pase el arroz. Somos nosotros quienes peinamos canas, quienes no fuimos capaces de decirle a la chica del bus número dos que nos gustaba, quienes quemábamos la noche en busca de diversión y perdíamos el día siguiente por completo, quienes en busca del príncipe azul padre ideal de nuestros hijos sufren desgaste de óvulos fértiles, quienes nos tiramos en el sofá a ver televisión sin nada en que pensar, solo recibiendo, quienes viajan de un lado a otro ansiosos de culturas varias y dejando al resto de mortales en Benidorm siendo causa esto de enfado en tu madre, quienes nos pasamos las horas frente a la pantalla navegando de un lado a otro sin mover el culo de la silla vieja e incómoda del cuarto de estudio. Así, las horas, el tiempo, permanecen en el mismo estado, estático… para luego decir “ché como pasa el tiempo, loco” “ parece que fue ayer…” ¿Ayer? Ojalá, y como dice mi abuela “si tuviese tu edad y con lo que sé…” no se muy bien que haría esta señora entrañable a la que amo a día de hoy con mi edad, pero me da la impresión que volvería a hacer lo mismo, solo que en distinta época… ups estoy cambiando la temática y he pasado delante de diez minutos sin darme cuenta. No sigo que me enredo y el tiempo permanecerá inerte pero yo tengo que estudiar, me largo.

jueves, 1 de mayo de 2008

A los canallas

MENTIROSA

Había una vez una niña, llamada Paula, que vivía con sus padres y sus dos hermanas Angela y Laura, tenían una bonita casa de dos plantas, en la planta superior había una buhardilla enorme decorada en tonos pastel, donde Paula y sus hermanas se pasaban las tardes jugando a las casitas, claro está antes de que su preciosa madre les llamase la atención a la hora de estudiar, pues debían ser mujeres de bien el día de mañana. Las tres niñas y la mama al atardecer se reunían delante del ventanal principal a la espera del padre que terminaba su jornada laboral.
Eso soñé, bueno creo que la forma verbal correcta sería “eso soñaba”, pues de estos sueños ya hace mucho tiempo. Hace tanto que a veces se me olvida, pero hoy, de camino a la nuevo oficina, me he tropezado con una chica que salía del ascensor con la mala suerte de haberle provocado el desorden de papelajos que llenaban su carpeta Loewe de cuero marrón, ahí, tirados por el suelo en la puerta del ascensor. Le ayudo a recogerlos y al alzar la vista le miro a los ojos, la he reconocido, es Ana, mi amiga, mi amiga del alma durante la pre adolescencia. Tenía en ese momento tantas ganas de abrazarla, de invitarla a tomar una cerveza y que me contase de su vida… no pude, no puedo. Aún siguen en mi los temores de aquella niña de 13 años que contaba mentiras sobre su vida al restos de las niñas de la zona norte de la ciudad, esa niña siempre vivirá en mi y las mentiras del pasado me persiguen a día de hoy, con seguridad, mañana también.



Y así un día tras otro, mentira tras mentira me voy forjando, no voy a decir que ya no se ni quién soy, pues si esta frase está muy manida entre el resto de mortales ¿qué queda de mí misma? Sólo este galimatías, verdades que son mentiras, mentiras que son verdad…